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Charles Bukowski

Hijo de un oficial norteamericano y de una alemana, Charles Bukowski (Andernach, Alemania, 1920 – San Pedro, Estados Unidos, California, 1994) desde pequeño conoce la pobreza y los castigos de su padre. Luego, mientras estudia periodismo trabaja en varios oficios, desde lavador de platos hasta cuidador de autos, pero no llega a graduarse, llevando a la vez una vida dispersa, entregada al alcohol y a un vagabundeo sin rumbo por diversos barrios y ciudades de Norteamérica. De aquella época nacen sus primeros poemas y también algunos cuentos, que publicaría a partir de 1940.

En 1956 comienza a trabajar en el servicio de correos, lugar que le servirá de inspiración para su primera novela El cartero (1971). Escritor prolífico y a la vez original, a los cincuenta años toma una decisión trascendental aunque no menos riesgosa; abandona el empleo en correos para «sobrevivir con el oficio de escritor». Así las cosas, ahora se ve libre de presiones y comienza a retratar en sus historias toda una galería de personajes extravagantes y a la vez marginales: prostitutas, alcohólicos, vagos, jugadores arruinados y matones que pululan como enfermos por las avenidas y calles de una ciudad que los margina. El “realismo sucio” en su expresión acaso más pura y cruda que un ciudadano norteamericano se atreva a mostrar. Como si la vida del estadounidense -rodeado de autos, edificios lujosos y oportunidades materiales en abundancia- no fuese más que una caricatura dentro de una realidad mucho más densa, dramática y definitivamente fatal. Para sobrevivir (tanto en lo real, como en lo imaginario), Bukowski recurre a dos motivaciones centrales; alcohol  y sexo, conformando, de esa manera, una peligrosa pero atractiva fórmula escritural que se refleja en su instinto de supervivencia. Bajo esa primicia, varios de sus libros reflejan aquello: Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones (1972), Escritos de un viejo indecente (1969), La máquina de follar (1978), entre otros. Dicha temática aparece también en sus libros de poesía, escrita en un verso tosco, escasamente lírico, de mensaje directo y ácido (aunque debemos reconocer que en ocasiones afloran en sus poemas sentimientos y hasta un estado de felicidad).

En la mayoría de sus obras (acabo de leer La máquina de follar) se repiten personajes marcados por todo tipo de fracasos, asiduos a los bares, la soledad y alcohol, varios de aquellos son artistas y escritores fracasados, mujeriegos, pobres, pero a la vez vanagloriosos y con cierto encanto que logra engañar a sus víctimas-amantes.

El factor autobiográfico es un elemento preponderante en la obra de Bukowski, quien se empeña en demostrar su condición de bebedor y mujeriego, habitante de submundos relacionados con la pobreza, diversos empleos y ambientes deportivos como el de las carreras de caballos, principalmente. Sus relatos describen siempre realidades degradadas y exageradas, reflejo de la aberración de ciertos hechos en ciudades norteamericanas, especialmente Los Ángeles.

La obra de Charles Bukowski ha recibido innumerables críticas, tanto negativas como positivas. El «fenómeno Bukowski» irrumpió en Europa con triunfos editoriales, pero permaneció prácticamente ignorado por los críticos y los lectores en los Estados Unidos. De hecho, el Bukowski poeta ha sido mucho más valorado en su país que el Bukowksi narrador. Latinoamérica y Chile no se quedan atrás, el fenómeno Bukowski nos parece un caso aparte de la literatura de los últimos años, especialmente entre los jóvenes, quienes se sienten identificados con su prosa rebelde y ácida, aunque también apasionado, sincero, e incluso, en algunos pasajes nos parece más bien una víctima de un sistema arrollador, impersonalizado y autómata, donde los sentimientos, la conversación, las relaciones humanas (con todo lo que aquello implica), van quedando de lado mientras avanzamos -a pasos gigantes- a la autodestrucción total.

  Marco López Aballay, Escritor

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