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Citadini: Oculos habent et non videbunt

El club de tenis, además de ser un recinto para practicar el exdeporte blanco, es lo que algunos llaman un espacio republicano. Ahí se dialoga sobre utopías políticas, cagüines varios y cabezas de pesca’o al por mayor. El profe Gato sostiene su teoría del socialismo democrático “ahora sí que sí” Citadini. Un sistema político con énfasis en la educación, la salud y el emprendimiento. Un día le pregunté si en ese proyecto éramos todos iguales. Me respondió:

—No. Todos deben tener las mismas posibilidades, pero no somos todos iguales, porque a mí no me ganaba nadie al tenis; y al ajedrez, el único que me gana ese este caballero venezolano que está frente a mí.

Entonces, dirigiéndome a nuestro hermano venezolano, le dije:

—¿Qué hay que hacer con Maduro, amigo?

El señor me respondió:

—A ese hay que darle “candela”. Ese no entiende razones, hay que sacarlo por la fuerza.

Su solución no pareció muy razonable a los ojos de la mayoría. Lo cierto es que donde uno vaya se encuentra con venezolanos. En el mismo club de tenis, además del campeón de ajedrez, el canchero es venezolano, y un par de jugadores también lo son,

Después de servirse al profe Gato en la partida de ajedrez, el caballero venezolano se marchó. Al poco tiempo llegó otro socio y dijo con desparpajo:

—¡Todos los inmigrantes venezolanos son fascistas!

Al instante despertó Mussolini y pensó:

“Con este ejército de tres millones de soldados conquisto toda África”.

Otro republicano intervino y le dijo:

—Es muy poco probable lo que dices porque en Venezuela la derecha no esa una fuerza electoral relevante.

—Para mí son todos fachos estos inmigrantes —insistió el socio.

Como que el tipo me anduvo picando la guía. Le dije así:

—Los migrantes llegan a nuestro país porque la situación en Venezuela es muy deplorable, no pueden sobrevivir.

—¿Y por qué entonces no ha caído Maduro? —replicó el hombre—. Ni Trump, ni Piñera, ni 50 países del mundo han logrado que caiga. Por algo será. Y eso es sencillamente porque Maduro tiene apoyo en la población —agregó.

—Estás equivocado —le dije—, Maduro se sostiene por el apoyo de los militares, se sostiene por la fuerza de las armas.

—Ese es el discurso yanqui-neoliberal, no me van a hacer cambiar de opinión.

Entonces se me ocurrió algo en el momento y le dije:

—¿Me darías cinco minutos de tu tiempo?

El hombre accedió y camino junto a Citadini la estación de servicio más cercana. Había un solo joven ahí. Le pregunté de qué país era. Me dijo que era de Venezuela. Luego le dije si nos podía responder una pregunta. El joven accedió inmediatamente.

—¿Por qué viniste a Chile? —le pregunté.

—Porque en mi país no me alcanzaba para vivir, con el sueldo que tenía vivía sólo quince días. Y eso que me vine hace dos años, hoy la cosa está peor.

—¿Pero hay gente que apoya a Maduro? —dijo el socio.

—Muy poca, la mayoría está en su contra. Y no todos pueden emigrar, porque se necesita dinero. Yo tuve que pagar mil dólares para poder salir, mi familia quedó allá.

—¿Y por qué no cae Maduro?, si no cae es porque tiene apoyo en la población, ¿no es cierto? —insistió el socio.

—No, no cae porque lo apoyan los militares, si los militares le dieran la espalda, al otro día lo tumbarían —dijo el joven, mientras el republicano retrocedía como en una pelea de box.

De vuelta al club el socio me dijo:

—¿Sabes qué?, a mi no me interesan estos inmigrantes que nos vienen a quitar el trabajo, no me interesan.

« aures habent et non audit »

La Columna de Citadini

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