Aconcagua al Día
La verdad a diario

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El Capitalismo Algorítmico, La Columna de Citadini

Es probable que algún lector recuerde mi artículo de junio del 2009 llamado, Después del Arcoíris.* Les contaba entonces que, luego de una tormenta aquí en las montañas, se había formado un hermoso arcoíris. Entonces me fui hasta su confín en busca de la marmita con oro. Y lo cierto es que encontré la marmita —les comenté— pero sin oro adentro. La verdad les mentí, fue una noticia falsa, pero lo dije por razones de seguridad.

Aunque no crean, la marmita estaba llena de monedas de oro de 21 quilates. Es más, el oro rebasaba la olla y yacía en la tierra esparcido en montones. Luego arrendé un par de mulas a los lugareños, cargué cuatro sacos con todas las monedas y las llevé a mi caverna. Inesperadamente,  al otro día, mi águila caza-ratones llegó con un mensaje: el banco Parla-Pretty se había enterado de mi hallazgo y se ofrecía para guardar y proteger mi dinero.

Acepté sin dudarlo. Pronto llegó un helicóptero y se posó en una pequeña meseta cerca de mi cueva. Con el agente y un par de empleados contamos y pesamos las monedas: la cifra total ascendía a algo así como un ciento de palos verdes. El agente me dijo que cuando quisiese mandaba a buscarme en el helicóptero para tener una reunión en las oficinas del banco. Le dije que prefería usar los medios de transporte más tradicionales para llegar a su oficina en las tierras bajas.   

¿Cómo se enteró el banco que yo había encontrado el tesoro? La única explicación que se me ocurre, es que el banco posee un sofisticado sistema informático con un algoritmo que logró detectar que yo sería la persona que encontraría la marmita. Y cómo lograron que mi águila se acercara a ellos. Creo que le pusieron de señuelo un ratón del porte de un conejo y mi águila no pudo rechazar la oferta.

Bueno, llegué entonces una mañana de viento fresco al banco Parla-Pretty. El agente me hizo pasar a su oficina, me ofreció café y comenzó a hablarme con la mayor cortesía:

—Don Citadini, estamos muy contentos de que nos haya confiado su dinero, no podría conservarlo con mayor seguridad en otro lugar. Miré lo primero que haremos será entregarle su tarjeta Parla-Pretty, platinum non plus ultra.

—¿Será necesario? —le dije.

—Diría que hoy casi no se puede existir sin tarjetas.

—Pero en las montañas yo me las arreglo muy bien sin tarjetas.

—Bueno, don Citadini, queremos que sea feliz constantemente.

—No entiendo eso —advertí.

—Hágame caso, nosotros lo tenemos todo estudiado. Dese unos años sabáticos. Olvide el silencio y los pajaritos por un tiempo. Comience otro ciclo en su vida. Quizás será una vida un tanto más adrenalínica, pero las satisfacciones que le proporcionará serán increíbles.

—¿Está seguro? —inquirí.

—Absolutamente. Miré, le obsequiaremos un par de zapatillas de las que usa Novak Djokovic, para que pueda llegar rápidamente a todas las ofertas; tenemos ofertas irresistibles en todas nuestras empresas. Y mientras más compre usted obtendrá más beneficios que se traducirán en más bienes y servicios, miré, me salió hasta verso.

—Tal vez tenga usted razón, quizás deba volver al rebaño por un tiempo.

—No se arrepentirá, don Citadini. Creo que lo primero que debe hacer es comprarse un auto nuevo que vaya con su personalidad.

—¿Y cuál sería según usted?

—Para usted yo creo que le vendría bien un Mercedes-Benz.

 

continuará

 

*Crónicas Censurables, Ediciones del fin, 2016.

La Columna de Citadini

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