Por Manuel Zúñiga, Gestor Cultural.
El pasado miércoles 10 de enero, el agua desbordada de un canal inundó el Cuartel de Segunda Compañía de Bomberos de San Felipe. La ciudad alcanzó ese mismo día los 35º grados. En pleno verano se sufría de un fenómeno que es esperable para las lluvias de invierno.
La discusión se centró, por una parte, en torno a la falta evidente de mantención, por parte del Municipio, de los cauces de los canales que surcan nuestra ciudad; por otra, en las posibilidades de entubar y soterrar dichos canales; e incluso hubo voces que hablaban en forma radical de anular o cerrar los canales.
Debido a este debate, quisiera compartir la siguiente reflexión en torno a las, a veces, poco valoradas acequias.
En primer orden, cabe recordar que los canales de regadío estaban acá antes que los propios sanfelipeños. Los cronistas españoles, en plena conquista del nuevo territorio, se maravillaban de la cantidad de canales que los naturales habían abierto para posibilitar la producción agrícola de la zona. Muchos especialistas señalan como influjo incaico estas técnicas incorporadas al quehacer de nuestros pueblos originarios, destacándose la acequia Quichibuica.
Mucho tiempo después, al crearse por decreto la ciudad de San Felipe, los antiguos hicieron suya esa misma red de canales y de seguro crearon nuevos surcos que llevaran el vital elemento hasta las chacras que se ubicaban al interior de los terrenos de las originarias manzanas y solares en que fue subdividida la ciudad.
Además, los mismos cauces de agua cumplían las funciones de desagüe de los residuos domiciliarios, lo que originaría, a la postre, problemas sanitarios.
Pero los canales siguieron existiendo durante todo el siglo XX -ya no con la poca agradable tarea de llevarse las inmundicias humanas-, volviendo a su función primigenia: llevar agua para las tierras productivas.
Hoy que la vida urbana se erige como el modelo deseable e imitable, se tiende a ver y considerar a estos verdaderos dinosaurios como indeseables y causantes de problemas para el citadino.
Amén de la falta de mantención de los canales, está la lógica de olvido y hasta desprecio por aquellos elementos que recuerdan el pasado agrario. De ahí que en muchas ciudades se ha optado por soterrar y entubar las antiguas acequias. Cubiertas de concreto, los habitantes realizan su vida sin saber que por debajo siguen fluyendo obstinadamente los cursos de agua.
No se requiere ir muy lejos para ver ejemplos de inclusión respetuosa de las veteranas acequias a la contemporánea planificación urbana. Mendoza muestra orgullosa su red de canales, recordando a los indios Huerpes como sus autores materiales.
Tengo la esperanza que en el gobierno local surjan ideas y planes para no cubrir con cemento estas verdaderas venas. Sueño con iniciativas que pongan el valor a estos vestigios precolombinos y coloniales: A través de placas, recordar los nombres de los canales, de dónde vienen y para dónde van. Hermosear sus puentes, insertarles iluminación y colores.
Muchas veces, no cuidamos aquello que no conocemos, y sobre nuestros canales se requiere precisamente aquello, conocerlos o bien redescubrirlos.
No es culpa del canal que este se desborde, es negligencia nuestra. En la autoridad municipal, en primerísimo lugar, y en cada uno de nosotros; hay buena parte de la responsabilidad en el desdeño con que tratamos a esta herencia técnica y cultural. No se puede construir ciudad, tapando o incluso removiendo los antiguos revestimientos de los canales en desuso, tal como ocurrió en la Alameda Yungay.
Soy optimista en que la autoridad comunal logre visualizar que el actual problema de los canales puede convertirse en una oportunidad para generar elementos distintivos de la urbe sanfelipeña, que se haga atractivo la mantención a cielo abierto de acequias, que entorno a ellas, se creen paisajes y paseos, y de ese modo, rendirle un homenaje a la tenacidad y sabiduría de quienes habitaron el Valle antes que nosotros.
Encuentro correctísima la postura del Señor Manuel Zúñiga, sobretodo en estos momentos en que estamos sufriendo los efectos del «Calentamiento Global» y que la Naturaleza nos ha enviado demasiadas «Señales» de que debemos cambiar nuestra conducta y nuestros paradigmas con respecto al maltrato que le estamos dando a nuestra Naturaleza so-pretexto que es en pro del «desarrollo» o Modernidad…(.).
Como muy bien lo plantea el Sr. Zuñiga, ya es hora que re-diseñemos nuestras ciudades, privilegiando lo Medio ambiental por sobre lo…»Moderno», «Bonito» (subjetivo) o de «Moda».
Creo que si se escucha y se pone en práctica lo planteado por el Señor Zuñiga, «todos» ganarían (Autoridades, Ciudadanos y medio ambiente) pues se lograría un trabajo «Con» la naturaleza y no como es actualmente, «Contra» la naturaleza, suprimiéndole sus «venas» como dece el Sr. Zuñiga
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