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Los Leones de la Plaza, La Columna de Citadini

Juan Pablo Illanes, en un artículo de Artes y Letras del Mercurio, titulado con precisión, La Fragilidad de la Memoria, relata la experiencia del famoso neurólogo y escritor inglés Oliver Sacks, durante un bombardeo a su vecindario en el Londres de 1941. Sacks, que entonces tenía siete años, cuenta con lujo de detalles la hazaña que significó luchar contra las llamas. El único problema es que a pesar de sus claros recuerdos, él no se encontraba allí esa noche. Comentando el hecho con sus hermanos, se había enterado de que él no había estado en el vecindario, sino en un internado. Sin embargo, las imágenes estaban tan claras en su mente que él no tenía dudas de haber vivido tal experiencia.

La falsa experiencia de Sacks es algo más habitual de lo que se piensa. Illanes dice, “no son raras las discusiones entre hermanos sobre quién fue el protagonista de una anécdota familiar inolvidable”, o de quién compró tal aparato, o dijo tal cosa en la infancia.

Es impresionante lo que hace la mente para convencerse de ciertos hechos. Los trastornos síquicos se alimentan de estas construcciones mentales y configuran una certeza que no es real. Nos creamos un mundo de prejuicios con respecto a las personas y a los acontecimientos.

Es frecuente que la mente distorsione la realidad, por ejemplo, cuando volvemos a ver el patio de la infancia luego de décadas, nos parece muy distinto, a pesar de ser el mismo. El recuerdo que teníamos de él estaba influenciado por la subjetividad de nuestro mundo infantil.

Recuerdo una foto que le tomé a mi madre. Cuando estaba tomando la foto veía en ella una expresión totalmente distinta a la que apareció luego en la foto. Sin dudas mi mirada estaba influenciada por lo que yo creía que veía en mi madre.

Este tema concierne también, como dice el artículo, a los procesos judiciales. “Los problemas se vuelven serios cuando se trata de establecer verdades judiciales basadas en los procesos mentales de los testigos, pues sus recuerdos no siempre son de fiar”. Y aquí quiero ser abogado del diablo y defender a todos los que enfrentan situaciones legales donde personas aseguran que en un pasado lejano sucedió tal o cuál abuso, especialmente cuando los acusados murieron hace tiempo y no pueden dar su propio testimonio. El artículo dice que desde que apareció el ADN como identificador incuestionable, se ha logrado revertir la condena de muchos supuestos asesinos. En una experiencia de 400 sentenciados por error, se llega a la conclusión de que cerca de las tres cuartas partes de las condenas erradas se deben a ilusiones de la memoria de los testigos.

Libro

En cuanto a “Los Leones de la Plaza”. He escuchado tantas versiones sobre dónde estaban los leones que llega a ser cómico. Un tipo me dijo un día que alguien le había contado que se había asomado al patio de una autoridad regional, que supuestamente se los había llevado, y no había visto dos, sino cuatro leones en el jardín. Le faltó decir que al lado de los cuatro leones estaba el domador. Unos dicen que apagaban las colillas de cigarrillos en las manos de los leones, otros que se deslizaban por sus lomos como en un resbalín, Lo cierto es que tengo el testimonio del lustrador de zapatos de la calle Coimas, en la plaza, quien murió hace pocos años, el hombre me dijo textualmente: “Yo he trabajado aquí por setenta años, nunca vi los leones en la plaza”. Cabe la posibilidad, poco probable, que él haya sido el único que no vio los leones. Al respecto, les recomiendo el cuento, “Los Leones de la Plaza”, en el libro, “Agusta y otros cuentos”, RIL editores, 2014, disponible en Buscalibre.

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