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Piñera se refugia en la cota mil

Si bien es una característica casi transversal en la mayoría del gabinete del presidente electo Sebastian Pinera, los principales exponentes de esa derecha dura –reconocieron en Chile Vamos– están en José Ramón Valente (Economía), Gerardo Varela (Educación), Isabel Plá (Ministerio de la Mujer), Alfredo Moreno (Ministerio de Desarrollo Social). A ellos debería sumarse más adelante el exministro UDI, Cristián Larroulet, quien según todas las señales internas en la coalición y las versiones en el piñerismo, llegaría a La Moneda como jefe del mítico segundo piso de asesores, desde donde se marcan no solo los acentos de los discursos, sino que las principales directrices políticas del Gobierno.

No cometió los errores de la primera vez, fue mucho más considerado políticamente con los partidos que lo respaldan y tampoco se puede hablar de un gabinete de tecnócratas seguidores de la orden del pendrive, sin experiencia política. Pero sí se puede afirmar que el equipo ministerial que eligió el Presidente electo, Sebastián Piñera, para regresar a La Moneda el 11 de marzo es una apuesta clara y sin complejos por esa derecha dura, conservadora, fundamentalista en lo económico y valórico, esa que viene íntegra de la cota mil, con estrechos vínculos de todo tipo con el mundo empresarial; esa que está distante del centro político y con poco y nada de esa mirada social de la cual se habló hasta la saciedad en la campaña el año pasado.

La primera gran apuesta de Piñera fue blindarse de su núcleo de extrema confianza política y personal, el actual piñerismo más duro, aquellos con los que no solo trabajó durante la segunda mitad de su primer mandato, sino que además lo acompañaron desde el día siguiente que dejó La Moneda y durante estos cuatro años: Andrés Chadwick (Interior), Cecilia Pérez (Segegob), Gonzalo Blumel (Segpres), además de Felipe Larraín, quien nuevamente llevará el rumbo de las arcas fiscales desde Teatinos 120.

Con esto Piñera contará con un comité político que ya está previamente afiatado, que se conoce en lo personal y en lo político, que se ha dedicado estos cuatro años a aprender a entenderse, adivinarse, y que saben a cabalidad las tareas, problemas y desafíos de las respectivas carteras que asumirán, porque todos ellos se repetirán el plato, volverán a sus antiguas oficinas en palacio, casi como si todo se hubiera tratado de un paréntesis político. “Parte con un equipo con oficio en las dos áreas claves: lo político y lo económico. Es una buena señal para comenzar bien, es un comité político de ultraconfianza”, afirmó un piñerista histórico.

La apuesta del mandatario electo pasa por que más allá de los flancos abiertos, errores, conflictos y cambios que pueda sufrir el resto del gabinete, este núcleo duro, este comité político, no varíe y transite con él durante todo su Gobierno, de modo de llegar juntos hasta el 11 de marzo e irse juntos en marzo de 2022.

Con esta fórmula, la idea es no recaer en las equivocaciones que marcaron los primeros 24 meses de su primer Gobierno: vocerías erráticas, sin peso político ni relato, más un ministro del Interior en conflicto permanente con el resto del gabinete, con su propia coalición sin injerencia política real en el Congreso y que tensionó las relaciones con la Corte Suprema.

Si bien la apuesta política es clara, en la derecha varios reconocieron que la decisión de ir por Chadwick y Larraín demuestra una “falta de elenco” en el sector al momento de recurrir a este para instalar nombres en puestos claves para la conducción de un Gobierno, como son Interior y Hacienda. “Es cierto que hay falta de elenco, pero no había mucho margen para apostar, el escenario que viene será complejo y es mejor no arriesgarse”, explicaron en la mesa de RN.

En el caso de las arcas fiscales, no es menor el dato que Piñera es “su propio ministro de Hacienda”, y que el hecho que Larraín lo conoce bien, las posibilidades de roces y conflictos se reducen bastante en comparación con otra figura que no esté tan habituada al estilo del mandatario electo. Con Interior, el punto pasa porque es un ministerio complicado, donde muchos han sucumbido, no solo porque es el que debe lidiar con los problemas de seguridad y las movilizaciones sociales, sino que además es el que conduce al resto del gabinete y, por ende, necesita una persona totalmente empoderada políticamente que, a ojos de Piñera, solo es Chadwick.

Pero hay otra razón para que este núcleo de confianza de Piñera se repita el plato literalmente. Esto pasa porque Piñera quiere resultados rápidos, quiere eficiencia probada en las áreas claves para que desde ahí se conduzca al resto del gabinete. Considera que no hay tiempo para períodos de prueba, ensayo y error, climatizaciones ni nada parecido, sino que deben empezar a trabajar realmente desde el primer día, para que ya haya resultados en los primeros seis meses y el doble de logros al primer año.

Hay otros nombramientos –Cristián Monckeberg (Vivienda), Hernán Larraín (Justicia), Baldo Prokurica (Minería), Nicolás Monckeberg (Trabajo) y Alberto Espina (Defensa) – que no habían estado antes a cargo de ninguna cartera, pero que tienen una larga trayectoria política en la derecha, principalmente desde el Congreso, y están familiarizados con la función pública, las políticas gubernamentales y los temas de debate en la agenda.

En el piñerismo confesaron que esa necesidad de reducir los errores, de mostrar logros está estrechamente ligada al desafío político de largo plazo tanto del mandatario electo como de este equipo ministerial de confianza: darle continuidad a la derecha en el poder, asegurar un segundo Gobierno y un traspaso de la banda presidencial a uno de los suyos y no al adversario, como le sucedió cuando Michelle Bachelet ganó por segunda y como le sucederá a la Presidenta, nuevamente, con el propio Piñera.

Antes de la ceremonia oficial en la sede del Congreso en Santiago, a la que asistieron más de 200 personas entre familiares, dirigentes, parlamentarios y alcaldes de Chile Vamos, Piñera se reunió a primera hora de la mañana con los presidentes de los partidos de su coalición para confirmarles los nombres para su gabinete y explicar las razones de su decisión. Un gesto no menor, que fue bien valorado en los partidos, que se sumó al de solicitar carpetas con sugerencias que le hicieron sus colectividades durante el último mes, resguardar los equilibrios en el cuoteo de los ministerios entre RN (5), la UDI (4), Evópoli (2) e independientes (10).

“Este fue un gabinete mucho más conversado que en el primer Gobierno”, valoró un dirigente de RN.

Facho rico

La segunda apuesta de Piñera con la definición de su gabinete fue no vestirse con ropa ajena, no aspirar a parecer de centro o querer ser el hijo perdido de Patricio Aylwin, sino que abiertamente optó por un elenco de ministros que reflejan fielmente a la verdadera derecha de hoy; no esa liberal en lo valórico, la que se entiende bastante bien con la Nueva Mayoría en varias áreas, ni tampoco esa que habla de la derecha social, que mira bien la gratuidad en la educación mucho antes que las encuestas, sino que la original, la fundamentalista, la que es antiizquierda y cuya guía y respuesta está en Dios y el mercado.

Si bien es una característica casi transversal en la mayoría del gabinete, los principales exponentes de esa derecha dura –reconocieron en Chile Vamos– están en José Ramón Valente (Economía), Gerardo Varela (Educación), Isabel Plá (Ministerio de la Mujer), Alfredo Moreno (Ministerio de Desarrollo Social). A ellos debería sumarse más adelante el exministro UDI, Cristián Larroulet, quien según todas las señales internas en la coalición y las versiones en el piñerismo llegaría a La Moneda como jefe del mítico segundo piso de asesores, desde donde se marcan no solo los acentos de los discursos, sino que las principales directrices políticas del Gobierno.

Lo que se sabe de Varela –a quien la mayoría en Chile Vamos confesó no conocerlo más allá que como abogado– es que representó a la corredora de bolsa Larraín Vial en el “Caso Cascadas”, que es parte del consejo del Círculo Legal de Icare, socio del estudio de juristas Cariola Díez Pérez-Cotapos & Cía y además ha sido columnista de El Mercurio. Pero también se le conocen algunas declaraciones complejas, como cuando dijo que la clave para solucionar los problemas de la Educación es “atrayendo inversiones, competencia y talento a un sector que la requiere con urgencia. Esto se logra con libertad para organizarse, libertad para financiarse y libertad para educar”.

En el piñerismo duro defendieron la elección de Varela diciendo que “es cierto que es duro, conservador y dogmático”, pero que es inteligente y tiene fama de muy buen negociador, y que con respecto a “su pasado quedará pisado desde el minuto que jure”.

En el resto de la derecha confesaron que fue uno de los nombramientos más sorpresivos, que nadie en los partidos se enteró hasta el desayuno de ayer en la mañana con Piñera, que todos saben de la amistad que los une y que esa es su única gran red política, que su elección refleja lo que costó encontrar una figura para ese ministerio, y que si no le ponen subsecretarios con peso técnico y político que le hagan el soporte, su supervivencia en la cartera de Educación será muy compleja.

Así como rápidamente fueron reflotadas las declaraciones del pasado de Varela, pasó lo mismo con Plá y sus descargos el año pasado durante el debate de la ley de despenalización del aborto en tres causales: “Es una de las mayores injusticias de la humanidad (como fue antes la esclavitud, considerada legítima durante siglos, y como sigue siendo, a mi juicio, la pena de muerte)”, y agregó que “no puedo admitir que el Gobierno se dé el gusto de impulsar una ley originada en un engaño y se ampare en una falsa compasión, todo para evadir su obligación de exponer con transparencia a los chilenos su real propósito: establecer el derecho a interrumpir la vida del que está por nacer, hoy por tres causales, las que –se los doy por firmado– irán ampliándose progresivamente”.

La llegada de Alfredo Moreno a Desarrollo Social fue una de las grandes sorpresas del futuro gabinete, porque se trata de una figura que pasará de ser el jefe de los empresarios desde la CPC –a la cual renunció recién– para dirigir las políticas sociales del Gobierno piñerista. Las explicaciones en la propia derecha fueron desde que es una estrategia acertada para intentar “limpiar” la imagen del empresariado golpeada con los casos de colusión, Penta y SQM, pasando por una apuesta política para disputarle a la centroizquierda un área que le es propia, lo social, hasta quienes no descartaron que dicha cartera –junto a las dos razones anteriores– sea una plataforma para su posible candidatura presidencial, una idea que circula en la cota mil, los partidos de Chile Vamos y en el mundo de los negocios, la que incluso el futuro ministro ya habría explicitado en voz alta en varias comidas y círculos de amigos.

En los partidos dicen que en el desayuno previo, Piñera les explicó que lo eligió porque “quería eficiencia”, que será “un empresario al servicio de la gente”, que es un giro radical después que la administración bacheletista puso durante los últimos años a un ministro comunista, que es una señal para la izquierda y una apuesta importante para la derecha si logran sacarle brillo concretando una efectiva protección.

La gran credencial que la derecha sacó a colación para explicar la llegada de Moreno al MINDES es haber sido presidente de la Teletón. “El designar a una persona como Alfredo Moreno, que ya fue ministro, presidente de la Teletón, que tiene una gran experiencia en el sector público y una gran vocación de servicio público, es una designación que refleja la importancia que le vamos a dar a compatibilizar el desarrollo económico con el desarrollo social”, sentenció ayer Piñera.

“Es verdad que este gabinete es mayoritariamente conservador en lo ideológico, que hay un fuerte toque de la derecha más dura”, afirmaron en RN, mientras que desde el piñerismo histórico agregaron que “no se puede desconocer que aquí no hubo un giro al centro y que hay gente bien fundamentalista en lo económico, valórico y social”. Un dato: el 61% de los futuros ministros proviene de la Pontificia Universidad Católica, la cuna del gremialismo.

En su cuenta de Twitter, el abogado y analista Cristóbal Bellolio remarcó ese común denominador conservador del elenco de ministros que asumirán en marzo: “Este gabinete no tiene complejos respecto de sus coordenadas ideológicas. No tiene miedo a ser derechista”, precisó, y acto seguido acotó que “Piñera tiene el derecho político de nombrar un gabinete duro. Se lo ganó en la paliza de diciembre. Pero después no empecemos con que Aylwin, la democracia de los acuerdos, la unidad nacional o hacerle asco a la retroexcavadora”.

Públicamente, el senador RN Manuel José Ossandón –uno de los que instalaron la premisa de la derecha social– dijo que a este gabinete “hay que darle una oportunidad de jugar”, que es un elenco preparado, y reconoció que la designación de Moreno en Desarrollo Social lo “sorprendió”, que a Varela no lo conoce y recordó que Piñera tiene “un compromiso” de mantener la gratuidad, de que a nadie se le quite este beneficio y de llegar al 90% de cobertura de esta en la educación técnico-profesional.

Sin embargo, en RN varios comentaron que en privado el parlamentario no estaba muy conforme con el “gabinete cota mil” por el que optó Piñera, que quedó preocupado y que lo que se espera es que más allá del sello fundamentalista de su elenco, prime la opinión del mandatario en ciertos temas claves como gratuidad y mejoramiento de las pensiones. “Me quedo con lo que dice el capitán del equipo”, remató Ossandón ayer.

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