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Un mundo feliz

¿Se imagina usted, estimado lector, viviendo en una sociedad tecnológicamente perfecta, sin enfermedades, ni dolor, ni sufrimiento. Sin cuestionamientos de ninguna clase y en un constante estado de felicidad?  Una sociedad ideal en un mundo que, de un momento a otro, debió tomar una decisión fundamental.

La historia es la siguiente: En un futuro lejano, en la ciudad de Londres se ha creado un mundo perfecto. Por supuesto no ha sido fácil llegar a tanta maravilla. Más aún si analizamos el origen de dicha sociedad, aquella nace producto de la destrucción total del mundo que ahora conocíamos. Tal es así que en el futuro existen los llamados “líderes de la Tierra” quienes se han empeñado en mejorar genética y tecnológicamente a los nuevos seres que la habitan. Ahora no existe violencia, nadie se enferma, no existen alimentos preparados en la cocina y el amor, el sexo y las emociones que de ello emanan, no están en el conocimiento de sus habitantes. Para lograr aquello, se han creado laboratorios que “fabrican” fetos en serie; miles de seres humanos condicionados para vivir en un mundo ideal. De esa manera, los científicos a cargo intervienen en el desarrollo del feto, conformando embriones predestinados a una casta social determinada, diferenciándolos entre los Alfa, Beta, Delta, Gamma y Epsilón, siendo los Alfa los de la clase privilegiada y los Epsilones conforman la clase trabajadora y la más postergada de todas. Sin embargo, a pesar de dichas diferencias todos son absolutamente felices. Los épsilones viven conforme a sus metas y ambiciones, lo mismo sucede con los Alfa, Beta, Delta y Gamma. Cada cual acepta su destino sin mayor cuestionamiento; todo calza perfectamente. Por otra parte, se nos hace necesario mencionar una milagrosa droga que logra mantener el equilibrio y la paz necesaria: la soma, cuya dosis es fundamental para el buen comportamiento y alegría de sus habitantes. Tal cual mencionamos, el amor y el sexo ahora no existen, por lo mismo los fetos no tienen un origen “salvaje” (la relación carnal es inmoral y primitiva). Los niños son educados en laboratorios que se repiten en serie y se utilizan los mismos métodos de enseñanza. Ejemplo de ello es que, a través del sistema de sueño o hipnopedia, se les hace oír una grabación en loop, la cual se encarga de formar su modo de pensar y actuar.

Pero dentro de tanta perfección existen personajes que cuestionan el sistema, una especie de “desadaptados” sociales que se debe castigar a toda cosa. Uno de aquellos es Bernard Marx, un hombre Alfa que cuestiona lo que hace y piensa. Pero lo más peligroso es que sus dudas las transmite al resto de los individuos que definitivamente no comprenden su pensamiento, considerándolo una “unidad defectuosa” dentro del sistema. Así las cosas, ni siquiera el milagroso soma logra mejorar al pobre Bernard Marx. Cierto día, Marx viaja a una reserva de “salvajes”, un lugar en el que habitan seres no civilizados, los cuales se quedaron en el pasado. En dicho lugar Marx conoce a John, un joven desterrado de la sociedad por ser “extranjero”. El joven Jhon es hijo de Linda, una mujer civilizada que se quedó fuera del mundo feliz por error y en la reserva de los salvajes dio a luz al pequeño Jhon, convirtiéndose en madre; algo antinatural para los habitantes del mundo feliz. Como es de esperar Marx se siente identificado con Jhon; ambos son rechazados por la sociedad por ser diferentes, y de un momento a otro, decide llevar a su nuevo amigo a la civilización.

Considerada una novela futurista y utópica, esta novela fue escrita el año 1932 por Aldous Huxley, y tal cual muchos piensan, el autor se adelantó a su tiempo. Pero lo más interesante es que Huxley utiliza toda una “puesta en escena tecnológica” con términos científicos y sofisticados, pero como melodía de fondo, plantea grandes interrogantes filosófico existenciales; ¿la sociedad es justa? ¿Quién tiene la razón; la mayoría de las personas o mi pensamiento apenas perceptible? ¿Hemos avanzado como sociedad?

Finalmente transcribo una frase notable. Como una forma de introducirnos en el pensamiento de Huxley. Dice así:

 “… donde la música de la radio era un laberinto de colores sonoros, un laberinto deslizante, palpitante, que conducía, a través de unos recodos inevitables y hermosos, a un mundo brillante de convicción absoluta…”

Marco López Aballay

 -Escritor-

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