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Del Coligüe a la bomba Molotov, La Columna de Citadini

“Un coligüe es muy delgado y muy fácil que quebrar, pero si juntamos muchos son difícil de doblar…”, era otra de las canciones que cantábamos en el internado, en la época de don Chicho. El 70 que coincidió en Chile con la contracultura, el hipismo, el pelo largo, la liberación sexual; la liberación, a fin de cuentas, de las normas y costumbres de la generación anterior. Antes de la Era de Acuario, en el internado, por ejemplo, y en relación a los coligües, nos solían castigar con varillazos en el trasero. Había una pequeña plantación de coligües, donde nosotros hacíamos túneles, jugábamos, y prendíamos los primeros cigarrillos. Desde ahí también el rector y los inspectores sacaban las varas más apropiadas para castigarnos. El coligüe es una madera flexible y dura a la vez, muy hermosa. Los castigos físicos, sólo en el trasero, constituían una norma de disciplina entendida por padres, apoderados, profesores y alumnos; nadie la objetaba. Recuerdo al simpático profesor de matemáticas en acción, Julio Kramer: cuando un alumno se portaba mal solía decir: “tronco adelante incline”, y le daba una patada en el trasero al revoltoso, pero no tan fuerte, los demás nos reíamos. La regla era clara, “si te portabas mal, te llegaba en el trasero”. Mirado desde hoy, suena abusivo y retrógrado; pero debo decir que nunca escuchamos en el internado la palabra siquiatra, o ritalín, ravotril, diazepan o clonazepan. Era un mundo autoritario, las relaciones familiares se basaban en el principio de la autoridad y del respeto.

Se la recomiendo, amigo” En Antártica

Nuestra generación, la del pelo largo y el rock, quiso hacer algo distinto con los hijos; no quisimos castigarlos, quisimos que fuese una relación más horizontal, que pudiésemos tratar con ellos como amigos. Y la verdad eso también trae problemas. Muchos se “se pasaron pa’ la punta”; y comenzó el fenómeno inverso: comenzaron a abusar de los mayores, a faltarles el respeto. Todo esta problemática se juntó con la revolución tecnológica, donde ellos son los expertos y nosotros los aprendices, los trogloditas. Entonces creen que porque saben manejarse en la red, en Instagram y todo lo demás, eso les da poder; creen que son los dueños del mundo y se sienten con el poder de desafiar a los adultos y faltarles el respeto. El otro componente del coctel, en nuestro país al menos, es la ideología; la derecha y la izquierda siempre están calculando: Unos dicen, por qué la policía no toma presos a esos encapuchados, les saca la capucha, los tiene detenidos unos meses, para que los demás puedan estudiar, les aprovecha de preguntar qué es lo que quieren: ¿salir en la tele?, ¿hacer pedazos el Instituto?, ¿destruir el mundo? Y otros dicen: carabineros hizo uso excesivo de la fuerza, cómo pueden tratar así a nuestros niños, es un abuso del poder de la derecha cavernaria y golpista. ¿Ustedes creen que en los países de la OCDE suceden estas cosas?, o en China, por ejemplo, ¿pasaría algo así como lo que sucede en el Instituto Nacional?; hay que preguntarle a Xi Jinping cuando venga, qué haría él en ese caso, después que se haya tomado unos tres pisco sours, capaz que nos confiese la verdad. Apostaría que nos quedamos cortos con los coligües en el trasero.

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