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No necesitamos una ley Sophia

Siempre que ocurren casos tan brutales como la reciente violación y asesinato de Sophia, es natural que la indignación y el repudio lleven a exigir el mayor castigo a los responsables.

Y como si fuera un guion, siempre aparecen primero las voces de los que nunca hacen nada exigiendo por redes sociales que la presidenta de la república haga algo (o el presidente de turno, porque pedir que otros se hagan cargo es una práctica centenaria en Chile) y que con urgencia se reponga la pena de muerte para estos casos porque se considera que ley no castiga lo suficiente a los malhechores y que debería haber más “mano dura”.

Y ahí, en el segundo acto, los legisladores de turno que tampoco nunca hacen nada corren a preparar su mejor cuña para pedir indignados ante la opinión pública mayores castigos y ojalá ser los primeros en sacarse la foto con un proyectito de ley hecho a la rápida para salir en todos los diarios y noticieros y ojalá así ganarse la reelección el próximo período.

Eso es puro populismo penal. El abuso infantil es un tema gravísimo y no puede ser que se tenga que esperar a un caso de alto impacto para que la gente recién comience a actuar y peor aún, actuando en base a una reflexión superficial que lleva también a plantear soluciones superficiales.

Nuestra legislación ya contempla el castigo máximo para estos casos, que es la cadena perpetua calificada. Aunque parezca redundante, hay que aclarar que la prisión perpetua significa cárcel para siempre, no por cuarenta años como dicen algunos periodistas. A los cuarenta años recién es posible sólo poder solicitar algún beneficio si es que se llega a conceder alguno.

La pena de muerte se ha demostrado que es totalmente ineficaz como disuasor para los criminales. Piense usted ¿Cree que alguien que es capaz de violar y matar a su propia hija va a sopesar racionalmente la posibilidad de ser condenado a muerte por el delito y detenerse? ¿Cree que pensó en ese momento “ah, voy a hacerlo porque en total sólo hay prisión perpetua calificada…”?  Miren a los gringos, con pena de muerte y todo siguen siendo uno de los países con más crímenes dentro del “mundo desarrollado.”

Lo central acá es considerar que el abuso infantil responde a un problema que es cultural y no jurídico. Aquí todos tenemos la culpa y todos tenemos que hacernos cargo. El caso de Sophia es sólo la punta del iceberg; es la consecuencia última y extrema de un patrón cultural que valida la violencia y la agresividad sobre los niños por parte de los adultos a todo nivel.

Un ejemplo bien patente es la indolencia con que todos hemos tratado el desastre del SENAME con los niños vulnerados o peor aún, con los menores infractores de la ley. O esos tontitos que llegan a decir con orgullo que “cuando chico los papás le pegaban y nunca creció con ningún trauma”…

Para actuar en contra del abuso necesitamos hacer una reflexión profunda, racional y no desde la guata. No sacamos nada con apuntar al culpable ni tirarle piedras ni exigir pena de muerte si no empezamos a parar la mano a toda la violencia cotidiana que tenemos en nuestra sociedad y que siempre se ensaña con los más débiles como nuestros niños.

Este país está en deuda con Sophia y todos los niños violentados que ha habido y seguirá habiendo si nos quedamos sólo publicando mensajitos con hashtag. Y no vamos a pagar esa deuda fusilando al chacal de turno ni con leyes hechas a la rápida, eso hay que tenerlo claro.

Por  Juan Gaminao Romero

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