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¿Tenemos en Chile una democracia verdaderamente fortalecida?

Se dice que la democracia es el sistema institucional que permite transformar las ideas personales y colectivas en decisiones públicas, es por esta principal razón que debemos tener autoridades políticas, independientes de su signo ideológico, que aúnen las diversas necesidades de los ciudadanos y ciudadanas, esta información obtenida a face to face procesarlas, jerarquizarlas y transformarlas en iniciativas y decisiones públicas, técnicamente posibles y eficientes, que sean coherentes con el bien común.

Es cierto que la cultura política de un país está dada por los mecanismos e incentivos para participar, los ciudadanos que participan con su derecho a voto y los partidos políticos, que son las entidades, reguladas por la ley que deben auscultar y orientar a la población y congregar a aquellos de ideas afines para que, confrontadas estas con otras, en un debate culto y civilizado, encuentren en él su fortaleza. Sin embargo, esta sería lo ideal en un mundo irreal, el cual no es el caso nuestro.

En el mundo teórico los partidos políticos deben formar así, la herramienta indispensable del debate, porque deben ser capaces de definir las alternativas y jerarquizarlas a fin de que, en el Congreso, postuladas por el Gobierno o por los propios partidos, ordenadamente, según su acierto técnico, urgencia y prioridad, se encuentren los acuerdos necesarios o se diriman los disensos en votaciones por las mayorías respectivas. Lamentablemente en la realidad del diario vivir, cada día que pasa encontramos un fuerte distanciamiento entre estos y aquella, o se transforman irresponsablemente en parcelas de reparto de regalías ilegítimas que capturan la independencia y libertad de sus dirigentes, como hoy ocurre, su importancia declina con graves daños para el país, ya que se genera, como lo vemos, una insólita abstención del voto ciudadano que da lugar al surgimiento de manifestaciones violentas.

Estas situaciones se tornan más difíciles, sobre todo, cuando tras períodos relativamente prolongados de crecimiento sostenido que han asentado el empoderamiento con justicia, a las clases emergentes, hay un decaimiento serio y preocupante de estas instituciones. En tales casos, el único modo de jerarquizar el debate, resolver los problemas y preservar la subsistencia de la democracia y la institucionalidad, es la urgente modernización de los partidos políticos, la remoción de sus decadentes hábitos, la emergencia de un honesto y transparente esfuerzo por difundir la nobleza de sus funciones y la laboriosa apertura de espacios de formación ciudadana, sobre todo para la juventud, la cual hoy no tiene como prioridad este tema, vamos a ver como al pasar del tiempo se soluciona un problema que es de todos.

Columna de : Nelson Leiva Estay, Secretario Asemuch San Felipe

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